Miedo y dolor
La muerte del compañero Abel Martínez Oliva
me produce un gran dolor y despierta muchos miedos.
Miedos racionales, que acompañan al dolor
por la pérdida.
Miedos irracionales, por el pánico que
suscita.
Dolor por su pérdida y por el pobre
autor, por una vida que ha cambiado por unas consecuencias que no se podía
imaginar.
Miedo por los comentarios de algunos
políticos. Aprovechados por cualquier cosa que pueda aumentar su poder. Miedo
del mismo miedo.
El cisne negro
Es como si el cisne negro
batiera sus alas.
Como si arropase cualquier situación para
demostrarnos que somos menos de lo que creemos.
Desde la muerte del compañero, hasta los
terribles naufragios asesinatos del Mediterráneo, pasando por Germanwings
todo nos recuerda que el control es imposible, que en cualquier rincón está
siempre agazapado lo inesperado.
Un karma expansivo
Cualquiera de los hecho anteriores tiene
un efecto expansivo, nos afecta a todos y todas, nadie está fuera de nada, es
como si el efecto mariposa cobrase vida ante cualquier hecho, ¡como si
estuviésemos en una colmena que se agita permanentemente!
Hechos como el de la muerte de Abel
afectan a todas las dimensiones de nuestra pequeña sociedad, desde su familia
cercana, sus amigos, alumnos, compañeros, escuelas…
El karma que genera nos llena a todos.
Lo peor es que se quieran aprovechar el
dolor para utilizar del miedo que puede generar, hablando de psicosis estigmatizando
la locura, criticando padres, alumnos y escuelas, proponiendo medidas para resolver un problema
que extrapolan y sacan de contexto.
Creo que la reflexión social va más allá
del discurso interesado de unos políticos que no merecen mucha confianza cuando
se aprovechan de cualquier situación para salir en la foto y demostrar que “hacen
algo”.
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